V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
R.
Señor,
date prisa en socorrerme.
Gloria
al Padre, y
al
Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Aleluya.
Esta invocación inicial se omite cuando las
Laudes empiezan con el Invitatorio.
HIMNO
Gracias, Señor, por la aurora;
gracias por el nuevo día;
gracias por la eucaristía;
gracias por nuestra Señora.
Y gracias por cada hora
de nuestro andar peregrino.
Gracias por el don divino
de tu paz y de tu amor,
la alegría y el dolor,
al compartir tu camino.
Gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén.
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SALMODIA
Ant.
1. Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.
Salmo 118, 145-152 XIX (Coph)
Te invoco de todo corazón:
respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes;
a ti grito: sálvame,
y cumpliré tus decretos;
me adelanto a la aurora pidiendo auxilio,
esperando tus palabras.
Mis ojos se adelantan a las vigilias,
meditando tu promesa;
escucha mi voz por tu misericordia,
con tus mandamientos dame vida;
ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad.
Tú, Señor, estás cerca,
y todos tus mandatos son estables;
hace tiempo comprendí que tus preceptos
los fundaste para siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el
principio, ahora y siempre,
por
los siglos de los siglos. Amén.
Ant.
Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.
Ant. 2.
Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
Cántico Ex 15, 1-4. 8-13. 17-18 Himno a Dios, después de la victoria del
mar Rojo
Los que habían vencido a la fiera cantaban el cántico de Moisés, el siervo
de Dios (Ap 15,2-3)
Cantaré al Señor, sublime es su victoria,
caballos y carros ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor
él fue mi salvación.
Él es mi Dios: yo lo alabaré;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré.
El Señor es un guerrero,
su nombre es «El Señor».
Los carros del Faraón los lanzó al mar,
ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes.
Al soplo de tu nariz, se amontonaron las aguas,
las corrientes se alzaron como un dique,
las olas se cuajaron en el mar.
Decía el enemigo: «Los perseguiré y alcanzaré,
repartiré el botín, se saciará mi codicia,
empuñaré la espada, los agarrará mi mano.»
Pero sopló tu aliento, y los cubrió el mar,
se hundieron como plomo en las aguas formidables.
¿Quién como tú, Señor, entre los dioses?
¿Quién como tú, terrible entre los santos,
temible por tus proezas, autor de maravillas?
Extendiste tu diestra: se los tragó la tierra;
guiaste con misericordia a tu pueblo rescatado,
los llevaste con tu poder hasta tu santa morada.
Los introduces y los plantas en el monte de tu heredad,
lugar del que hiciste tu trono, Señor;
santuario, Señor, que fundaron tus manos.
El Señor reina por siempre jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por
los siglos de los siglos. Amén.
Ant.
Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
Ant. 3.
Alabad al Señor, todas las naciones.
†
Salmo 116 Invitación universal a la alabanza divina
Los gentiles alaban a Dios por su misericordia (cf. Rm 15, 9)
Alabad al Señor, todas las naciones,
†
aclamadlo, todos los pueblos.
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por
los siglos de los siglos. Amén.
Ant.
Alabad al Señor, todas la naciones.
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CÁNTICO
EVANGÉLICO
Ant.
Ilumina, Señor, a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
Benedictus
Lc 1, 68-79
El
Mesías
y su Precursor
Bendito
sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es
la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Ya
ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por
la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria
al Padre, y
al
Hijo, y al Espíritu Santo.
Como
era
en
el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant.
Ilumina, Señor, a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
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PRECES
Bendigamos a Cristo, que para ser ante Dios el sumo sacerdote compasivo y
fiel, quiso parecerse en todo, a sus hermanos, y supliquémosle, diciendo:
Concédenos, Señor, los tesoros de tu amor.
Señor, Sol de justicia, que nos iluminaste en el bautismo,
–te consagramos este nuevo día.
Que sepamos bendecirte en cada uno de los momentos de nuestra jornada
–y glorifiquemos tu nombre con cada una de nuestras acciones.
Tú que tuviste por madre a María, siempre dócil a tu palabra,
–encamina hoy nuestros pasos, para que obremos también, como ella, según tu
voluntad.
Haz que, mientras vivimos aún en este mundo que pasa, anhelemos la vida
eterna
–y, por la fe, la esperanza y el amor, gustemos ya anticipadamente las
delicias de tu reino.
Con la misma confianza que tienen los hijos con su padres, acudamos nosotros
a nuestro Dios, diciéndole:
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como
también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
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